El sol resplandece en la ciudad y el viento hace volar varias hojas de los árboles, pero en Once, donde se encuentra Cromañón y el alma de 194 jóvenes que ya no están, no solo el día ilumina el lugar, si no que aún brilla una luz, que significa vida, porque todos ellos siguen presentes.
Al visitar la zona del boliche se pasa por varias etapas. La primera es al observarlo desde lejos, sus alrededores, se puede sentir un escalofrío y la piel de gallina es inevitable. Las zapatillas de las personas fallecidas cuelgan en un santuario creado para el recuerdo de cada una y, las fotos de las víctimas recorren un paredón de 20 metros aproximadamente. Además el viento acerca un sonido, muy lejano, de guitarras, baterias y voces, es Callejeros, que aún sigue sonando.
Al acercarse a ver las imágenes se avanza a una segunda etapa, en la cual se hace difícil retener las lágrimas al ver las caras de los que murieron ese 30 de diciembre de 2004. Las palabras de despedida y dolor de los padres, familiares y amigos, simplemente terminan de desgarrar una parte del corazón del que las lee y es ajeno a esa pesadilla, pero cercano al sufrimiento, ya que los recuerdos de ese día perduran en la memoria.
La tercera etapa llega en el momento que se está frente a Cromañón, donde se encuentran las puertas de entrada y salida del boliche. El lugar esta vallado, las persianas abiertas y el ingreso tapado con maderas. El momento en que se observa ese sector se puede sentir como aumentan las pulsaciones y el sentimiento de dolor y tristeza. Lo mencionado ocurre con el hecho de ponerse en el lugar de una de las víctimas, o sobrevivientes, e imaginarse en aquel momento, en esa noche, donde el fuego era incontrolable, el humo desesperante y el miedo dominante.
La sentencia a los culpables después de ocho años ya se ha llevado a cabo. Omar Chabán estará 10 años en prisión, por ser el dueño del boliche; Callejeros por su parte, tendrá a Patricio Fontanet, líder de la banda, 7 años tras las rejas, y el exbaterista, Eduardo Vázquez, 6 años. La banda que no cerró las puertas, ni fue quien habilitó el lugar, está pagando por otras personas; como el caso de Aníbal Ibarra, quien era Jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires y, hoy sigue en la política como Diputado de la Ciudad de Buenos Aires.
Podrán ir presas las personas que sean necesarias, con o sin responsabilidad del hecho, pero a cada padre ya nadie le devolverá a su hijo, ni a los familiares le darán nuevamente a ese pariente que se marchó, ni a los amigos les darán a sus compañeros, sus hermanos. Por ese motivo es que hay que seguir recordando a los 194 chicos que aún siguen cantando desde el cielo.
Federico Panero