jueves, 5 de diciembre de 2013

Mandela, un ser humano magnífico

Sudáfrica fue un país que sufrió la violación de los derechos humanos por conflictos entre las clases sociales y el racismo. En 1948 nació la política de Apartheid,  un conjunto de leyes, decretos y otras ordenanzas para mantener separados a los blancos de las demás razas y, seguir marcando la diferencia económica y el derecho por el color de la piel. 

 Nelson Mandela, estuvo 27 años en prisión por no estar a favor de dicha política y de la injusticia que había en su país, fue liberado el 11 de febrero de 1990. En 1993 recibió el Premio Nobel de La Paz y un año más tarde, luego de las primeras elecciones pluriraciales fue elegido como presidente por el lado del Congreso Nacional Africano, estando en el poder hasta 1999. Cumplió una gran labor en su cargo, ayudando a gente necesitada, impulsando la igualdad social, la dignidad, el trabajo y llevó a Sudáfrica al desarrollo socioeconómico.
 El presidente sudafricano había decidido reconciliar a la sociedad de piel negra, que estaba oprimida por el Apartheid, con la de piel blanca. Para poder realizar su idea, utilizó a la selección nacional de rugby para unir a la población, los Springboks (apodo del equipo de Sudáfrica de rugby), quienes estaban rodeados de fracasos deportivos. El pueblo no apoyaba a los jugadores ya que no estaban de acuerdo con que fuera gente blanca los que representaran al país, y la sociedad motivada por las derrotas que sufrían, pedía que ese equipo ya no existiera.
 Mandela estuvo del lado de los jugadores, demostrándoselo a Francois Pienaaral, capitán del plantel, cuando habló con él en su oficina y le pidió que ganaran el Mundial de 1995. Gracias a ese apoyo los jugadores tomaron confianza en sí mismos y lograron salir adelante, conseguir resultados positivos y ser campeones. De esa manera, la sociedad fue dejando de lado sus diferencias, unidas por una pasión como lo es la del deporte. 
 Nelson Mandela, que enseñó a luchar sin violencia y a perdonar sin rencor, será recordado siempre en todo el mundo por su interés hacia los demás y su bondad.
Fede Panero.

miércoles, 13 de noviembre de 2013

Eterno Principito

“¡Va a ganaaaaaar y ganó!” gritó el relator Sergio Tenaglia, la mayoría de los fierreros del país esperaban esa victoria, la de la joven promesa, tal vez uno de los pibes con más futuro que había en el automovilismo argentino. Mauro Giallombardo con su Ford estaba al acecho del primer puesto, pero el “Rayo Verde”, también del Óvalo, anduvo en su mejor día y Guido Falaschi con mucha jerarquía cruzó antes que todos la bandera a cuadros. La fiesta se desató en los boxes y en las tribunas, el “Principito” en lo más alto del podio por primera vez en el TC, conseguía una victoria que jamás se olvidará.   

“¡Ganó en el entrenamiento, ganó en la clasificación, ganó en la serie, le tocó largar desde la segunda fila y así y todo trepó hasta el primer peldaño!”, era lo que comentaba el periodista que atento seguía la carrera de ese 7 de agosto de 2011. Se lo observaba a Falaschi primero y con su auto en un momento increíble, ya que arrasaba con todos en el autódromo Eusebio Marcilla de Junín.
“El Príncipe con la capa de rey va transitando los últimos metros…mirada atenta de todo su equipo y un público vibrante, emotivo”. Este príncipe no tendría sangre azul, pero sí una pasión incontrolable por los fierros, una humildad y bondad que era admirada por quien se encontraba junto a él. La gente palpitaba la victoria, una muy trabajada, ya que este príncipe mucho había tenido que esperar y laburar con sus autos para llegar a ese momento, que duraría poco en el tiempo, pero mucho en el recuerdo.
Fontana, Giallombardo, Falaschi, son los que pasaron por el primer lugar en la final, sin dudas como en un momento el comentarista de la carrera expresó, fue una de las más emocionantes, vibrantes y atractivas. Con nervios pero también con inteligencia, el piloto de Las Parejas cuidó la punta y no se dejó intimidar con la presión de sus seguidores, que muy cerca se encontraban. Un joven piloto que demostró tener muñecas con experiencia y al mismo tiempo hambre de gloria.
Se acercaba al final, la bandera a cuadros se encontraba preparada para ser agitada frente al auto verde que a toda velocidad ya se encontraba en la recta. A unos segundos estaba el “Principito” de dejar marcado su nombre en la categoría más apasionante de Argentina; era su primera victoria en el Turismo Carretera después de 39 carreras, era el ganador N°199 del TC y era quien conseguiría subirse a lo más alto del podio en el circuito de Junín, el cuál se reabría luego de 20 años aproximadamente.
“Gana en todo lo que corre, que año para Falaschi. Anótenlo a Falachi-Ford”. Eso dijo con mucha seguridad el comentarista, ya que el joven piloto se encontraba en un 2011 fantástico. Todos le ponían alguna ficha y seguramente más de uno había apostado a su futuro. Tenía muchos años por delante ligados a la marca ovalada, como también para ingresar en el corazón de todos los fanáticos del automovilismo.
Todo quedó en el pasado, en el recuerdo, ya que el 13 de noviembre sufrió el fatal accidente en Balcarce y abandonó este mundo para marcharse a otro donde lo acompaña el gran Juan Manuel Fangio, los hermanos Juan y Oscar Gálvez, Roberto Mouras, Luis Rubén Di Palma y hasta Ayrton Senna. El “Principito” nunca dejará de brillar, y por siempre acelerará en los corazones de todos los fierreros.


Iluminame, en esta eterna noche…. acomodame el alma yo solo siento cuando estás… 

Fede Panero

miércoles, 19 de junio de 2013

Amor redondo

El ex futbolista argentino Jorge Valdano contó que un día osaron preguntarle al escritor Jorge Luis Borges: “¿Para qué sirve la poesía?”. A lo que respondió con más preguntas: “¿Para qué sirve un amanecer? ¿Para qué sirven las caricias? ¿Para qué sirve el olor del café?”. Cada una de ellas sonaba como una sentencia: sirve para el placer, para la emoción, para vivir. Si alguien preguntaría para qué sirve el fútbol, sin dudas la respuesta sería la misma. 

Fútbol, soccer, fotboll, futebol, futbollit, fucík, nogomet, kopaná; En América, Asia, Oceanía, Europa o África; de manera profesional, en las mejores ligas, en campeonatos de ascenso o de forma amateur; en un estadio, en la calle, en el campo o en el potrero; con arcos, árboles, conos o remeras; de 11, de 7, de 5 o de 4; con una pelota, un par de medias o una latita de gaseosa; no importa cómo se escriba o se pronuncie, en todas partes del mundo se practica; tampoco interesa dónde, de a cuántos o cómo, siempre se puede jugar fútbol, en cualquier momento y en cualquier lugar.

En Inglaterra, en 1863, cuando se creó la "Football Association" (Asociación de Fútbol de Inglaterra) nunca tomaron consciencia de lo que habían inventado. Era un juego que pasó a ser un deporte, seguido por millones de fanáticos de todas partes del planeta. Hay personas que se atreven a decir que en el fútbol son 22 hombres dentro de una cancha corriendo detrás de un balón, pero parece que se olvidan de la estrategia, de las habilidades y hasta de los milagros que ocurren durante los partidos.

¡Que sabrán esas personas! Que sabrán la alegría que produce una victoria o la tristeza que genera una derrota; que sabrán de la satisfacción que da tirar un caño y la bronca que es recibirlo; que sabrán de llantos si nunca perdieron un partido en el último minuto; que sabrán de sonrisas si nunca se abrazaron con un compañero después de un gol; y que sabrán de amor si nunca acariciaron con sus pies el esférico.

Son muchos los pibes que de chicos reciben como uno de sus primeros regalos una pelota. En las ciudades donde aún se puede jugar en las calles o en las veredas con amigos, se quedan gran parte del día pateando contra un arquito o una pared. “Mete gol va al arco”, “Veinticinco”, “Ole”, “Jueguitos”, son muchos juegos que se pueden realizar con un balón, todos relacionados con el fútbol y la diversión.

Seguramente si a alguna persona se le pregunta sobre algún recuerdo que tenga de su niñez, rápidamente recordará esas tardes con amigos de la escuela o del barrio, en un baldío, una esquina o una canchita, jugando un partidito o pasando el día en compañía de la pelota.

En la actualidad se dice que es un negocio, pero que no se mezcle el fútbol con intereses, con violencia o comercio. Lejos están esas palabras de los barrios y del potrero, como también de lo que pasa verdaderamente dentro de un campo de juego. Este deporte no sólo es lo que se ve por televisión o se escucha por radio, es mucho más que eso. Es un recuerdo imborrable de la infancia y adolescencia con amigos, jugando por amor a la pelota.

lunes, 6 de mayo de 2013

VERGÜENZA SÚPER CLÁSICA


Fue un clásico para olvidar, vergonzoso, más allá del resultado, por lo que se vivió en las tribunas. Muchos lo llamaron fiesta, pero la realidad muestra que un mal es un mal y no folclore. 
                 Imagen: www.deportes.terra.com.ar
La verdadera fiesta en los partidos de fútbol debe provenir del campo de juego. Los socios pagan una cuota, como los hinchas compran una entrada para ir al estadio a ver a los jugadores, no a la hinchada. El protagonismo del partido debe llegar desde la cancha. En la Bombonera cuando se jugaba el segundo tiempo y los equipos igualaban 1-1, los hinchas Xeneizes intentaron robarse el verdadero espectáculo, queriendo ser más importantes que los jugadores.
En el minuto 30 del segundo tiempo, se pudo ver a la mayoría de la gente en el estadio, ya sea en las populares, plateas y palcos, cantando a la par de un grupo de idiotas que se encontraban colgados en los alambrados con cargadas hacia River. La policía debió invadir el terreno de juego y el partido se suspendió por diez minutos, el tiempo fue exacto, ni más ni menos, como si los estúpidos del alambrado supieran cuanto debía durar ese show ridículo.
Mucha gente cantó a la par de los desubicados, en vez de callar y dejar en ridículo a quienes se robaron el clásico varios minutos, parecían todos felices cuando gritaban junto a los barras, sin tomar conciencia que le estaban provocando una mancha más a este hermoso deporte.
Imagen: www.alsurinforma.com
No queda fuera de la crítica la gente de River, que nuevamente volvió a cantar discriminando, con temas racistas. Lo que más duele es ver mucho público que sigue las letras hasta quedarse afónico, sin importar que sus familiares o amigos sean del club contra el que cantan. Hay que tener un límite, se puede festejar sin despreciar a otros por ser diferentes o de otro país. Y hay que tener cuidado con lo que se canta, “los vamos a matar” se escuchaba desde la tribuna colorida de rojo y blanco, seguramente la mayoría de la gente que lo canta tiene un control de sí mismo y sabe que es sólo una canción, un momento de partido, donde se vive un fiesta y todo vale, hasta decir eso. Pero lo que hay que tener en cuenta es que algunas personas con las que se comparten las tribunas no tienen ese mismo límite y al decir “los vamos a matar” lo pueden llegar a expresar enserio.  
Además de producirse ese show de la hinchada de Boca, se prendieron bengalas de humo, muy bien ubicadas en la bandeja que se encuentra debajo de la 12, la barrabrava local. ¿La dirigencia habrá tenido algo que ver con la organización de esa ridícula cargada? ¿Cómo ingresó la gente de Boca con fuegos de artificio y banderas con mensajes hacia River? La policía y la dirigencia habrán hecho nuevamente la vista gorda con los poderosos de las hinchadas. La Bombonera, los hinchas locales y visitantes deben ser sancionados.
Boca sufrió el parate del juego esos diez minutos, ya que se encontraba en su mejor momento y el partido se enfrió. Minutos antes que la gente comience a quedar en ridículo, Pablo Ledesma se había retirado por un desgarro, sumando otro jugador lesionado a la lista de Boca. Jugar la Copa Libertadores, el Torneo Final y la Copa Argentina muchos equipos lo pagan caro. Parece que los simpatizantes nunca pensaron que parar el partido no era sólo un tema de cargada a River, si no era un motivo de preocupación para los médicos y el cuerpo técnico, tanto del local como del visitante. Pero sería Boca quien sufriría aún más otra lesión. 
Imagen: www.yahoo.com.ar
Pero eso no fue todo, cuando el partido se reanudó el arquero de River se encontraba ubicado en el arco que da a la popular visitante, o sea que con su gente detrás que estaba ubicada en la tercer bandeja y las otras dos tribunas llenas de personas del Xeneize. Marcelo Barovero fue víctima de la locura y maldad que se vive en la sociedad y se refleja en el fútbol, cuando gran parte del público lleva violencia a los estadios. Un fuego artificial (“tres tiros”) impactó entre sus piernas cuando se estaba por ejecutar un córner. Una situación similar vivió Juan Carlos Olave, de Belgrano, en el Torneo Inicial 2012 por la fecha 15, cuando jugando en cancha de Independiente desde la tribuna local cayó una bomba de estruendo en el campo de juego e impactó muy cerca del arquero. Saúl Laverni, el árbitro de ese partido suspendió el encuentro. 
El réferi del clásico fue Germán Delfino, quien no estuvo a la altura del partido. Además de que debió expulsar a varios jugadores, al árbitro se le fue de las manos el encuentro. No tuvo autoridad para suspenderlo luego de la payasada de los hinchas y menos después que Barovero corrió riesgo de ser lastimado. La decisión que tomó fue llamar a los capitanes de cada equipo, Agustín Orión (Boca) y Cristian Ledesma (River) para decidir junto a ellos si se continuaba jugando. El partido siguió.
Fue una locura que el mediocampista del conjunto Millonario haya aceptado seguir en nombre de todos sus compañeros. Ya no importaba el resultado, si había corrido riesgo la integridad física de Barovero, pero parece que para los capitanes fue más importante terminar un partido que la salud de los jugadores. ¿No se piensa además del riesgo que se corre, como puede quedar mentalmente un jugador luego de esas situaciones?
Los únicos que pueden torcer la historia de locuras y violencias en las canchas son los jugadores. ¿Cuánto más tardarán en darse cuenta que sus vidas son más importantes que la televisión, las publicidades, y los negocios de grandes empresarios? Tienen que dejar el miedo de lado y decir “basta, esto así no puede continuar”. Un ejemplo es el de Tigre, que luego de sufrir amenazas en Brasil, el año pasado en el entretiempo de la final de la Copa Sudamericana, no salió a disputar el segundo tiempo. Cada jugador se consideró más importante que el negocio y el circo del fútbol. También se puede hacer memoria y retroceder al 8 de octubre de 1933 cuando los jugadores de Gimnasia La Plata protestaron contra el árbitro, tras ir perdiendo 3-1, y se sentaron en el campo de juego, dejando que San Lorenzo convierta 4 goles más hasta la suspensión del partido. Barovero no tendría que haber continuado atajando y sus compañeros tendrían que haberse retirado del campo. 
En el fútbol el dinero y los negocios parecen valer más que una vida. La violencia parece que nadie quiere terminarla. Los pulmones en las tribunas, los operativos de seguridad, el maltrato al verdadero simpatizante y el buen trato a los barras  cada vez da más bronca y lástima en el fútbol argentino. Es hora de cambiar, comenzando por uno. Muchos se quejan de los arreglos y negocios de partidos, de los violentos, los dirigentes y la reventa, entre otras cosas. Pero después esa gente desconforme paga una entrada para asistir al estadio. ¡Basta de seguir en este juego, hay que frenarlo entre todos, hay que decir basta! Que el fútbol vuelva a ser una fiesta. Que la hinchada vuelva a ser un decorado asombroso en las tribunas y el espectáculo vuelva a ser de los jugadores.

Federico Panero